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Cayendo por las sombras

LA TRILOGÍA DE HENRY FOOL

por Tom McSorley

Todo hombre que haya caído nunca ha estado bien parado.

- Boecio, El Consuelo de la Filosofía

Primero viene a América,
la cuna de lo mejor y de lo peor
Aquí hay posibilidades
y maquinaria para el cambio
y  aquí  tienen sed espiritual.
Aquí  la familia está dividida
y aquí  los solitarios dicen
que el corazón debe abrirse
de manera fundamental:
La democracia viene a los Estados Unidos de América.

- Leonard Cohen, “Democracia”

 

Hace ya dos décadas que un recolector de basura neoyorquino desgarbado y solitario llamado Simon Grim se agachó y apoyó la cabeza en el suelo. Lo que vio y quizás también escuchó como un temblor distante, fue un misterio tumultuoso llamado Henry Fool que irrumpía en su vida como un tsunami epistemológico. Cuando Henry aparece con sus bolsos y libros, todo cambia en el mundo tranquilo, y por el momento marginal, de Simon.

Desde la llegada de la primera entrega de la Trilogía de Henry Fool en 1997, tanto la excéntrica y extrañamente vigorosa  “Familia Grim” del cine de Hal Hartley, como su país, los Estados Unidos, han cambiado de forma radical. La Trilogía de Henry Fool (1997–2014), que abarca casi dos décadas, es un tríptico elocuente, profético, divertido y absorbente de una época turbulenta de la historia de los Estados Unidos. Íntima y expansiva, la Trilogía escudriña  las vidas de sus protagonistas y las sombras que se ciernen sobre los Estados Unidos en el siglo XXI.

También había sombras en las obras precedentes de Hartley, aunque en sus primeras tres películas, que forman la “Trilogía de Long Island”: The Unbelievable Truth (1989), Trust (1990) y Simple Men (1992), eran más claras gracias al ingenio y el encanto de las historias de amor. Todas las películas de Hartley de este período, que exhiben un compromiso constante y una audacia en las formas, examinan el creciente materialismo vulgar de la sociedad estadounidense y su abandono de los ideales originarios; situando estas tensiones en las vidas y los amores de personajes alienados y no convencionales, que buscan constantemente un propósito (a menudo con hilaridad) y alguna forma de alimento espiritual (aunque sea incipiente). Estas primeras obras abordan las paradojas de la libertad y represión en los Estados Unidos, su genio y sus defectos, su estado de derrota percibido pero aún no reconocido.

Las sombras se intensifican en Amateur (1994), en muchos sentidos una película de transición que anticipa los cambios de tono oscuro, evidentes en la Trilogía de Henry Fool. En esta etapa de su carrera, Hartley adopta técnicas narrativas y estilos de producción cada vez más internacionales (al darle un papel a la legendaria actriz francesa Isabelle Huppert, por ejemplo), y expande su ámbito narrativo más allá de New York, como luego lo haría con Flirt (1996).

Centrándose en Thomas, un hombre que ha perdido su memoria y su identidad, un hombre que tal vez sea o no un delincuente violento perseguido por su pasado y por la policía, la incertidumbre narrativa de Amateur se extiende a la esencia del conocimiento mismo. Como Thomas descubrirá gracias a la ayuda poco convencional de una ex monja convertida en escritora de pornografía (Huppert), es probable que un hombre cuya vida se ha desbaratado de tal manera nunca haya estado “bien parado”. 

Esta es una lección que destacará tanto las limitaciones como las posibilidades de los personajes principales de la extensa narración transatlántica de la Trilogía de Henry Fool. Simon Grim, Fay Grim, y por último Ned Rifle en particular (usando el apellido de soltera de su abuela como seudónimo) evolucionan de la inocencia a la experiencia y, de forma positiva, vuelven a una inocencia mejor fundada y más genuina, duradera, y productiva. Pero, por supuesto, la Trilogía se centra en Henry Fool, ya sea que esté en pantalla o no. 

Uno de los personajes más definidos de Hartley, Henry, es en parte el diablo seductor de Milton, el sátiro de Byron, el antihéroe de Bukowski, un poco G. Gordon Liddy y otro poco el superhombre desgarbado de Nietzsche. Su energía y apetito incansables sólo son comparables con sus declamaciones extrañas y seductoras. Poco después de llegar y asentarse en el sótano de la casa de la familia Grim, Henry describe a Simon sus ocho cuadernos escritos a puño y Simon queda cautivado: “Es una filosofía, una poética, hasta una política: literatura de protesta, una novela de ideas, una revista pornográfica con verdaderas proporciones de cómic. Va a deconstruir la imagen que el mundo tiene de sí mismo.”

Si bien los cuadernos de Henry resultarán ser todo eso y nada de eso, su propia existencia se convertirá en el catalizador de un cambio sísmico en las vidas de la familia con que ha tropezado. Sin duda el mismo Henry es un personaje catalizador, un derviche danzante verborreico de conciencia y consecuencia. Igual que Thomas en Amateur, él también ha sido derrotado. Habla de su pasado, de haber tenido relaciones sexuales con una niña de 13 años llamada Susan, y de pasar siete años en la cárcel por su transgresión. Pero Henry también menciona otros momentos de su pasado oscuro. A medida que la Trilogía se desarrolla, veremos la amplitud y profundidad de esa historia, que abarca no solo a la familia Grim y a esa misma Susan (ya adulta), sino también a los propios Estados Unidos de América. 

En conjunto, estas tres películas presentan una trama densa llena de drama existencial, comedia del absurdo, observación política y crítica cultural. Lo que todos estos aspectos representan, además del absorbente drama familiar de los Grim y los Fools, es un retrato perspicaz, crítico y compasivo de los Estados Unidos de hoy en día.

El poeta mexicano Octavio Paz observó que su vecina república del norte se había transformado de una democracia en un imperio en el transcurso de sus casi dos siglos y medio de existencia. La Trilogía de Hartley capta ese cambio en las realidades de la vida de los ciudadanos: desde la ingenuidad inicial de Fay con respecto a la fiabilidad de su gobierno, el escepticismo sensible de Simon, hasta el cinismo desencantado del agente Fulbright, y por último, hasta la posibilidad de esperanza en la figura de Ned. Si bien Hartley no se detiene en esta trayectoria histórica global, la observa y presenta con claridad sus realidades múltiples, sus manifestaciones políticas y personales en las vidas de todos los personajes.

En Fay Grim hay un momento decisivo que concentra la exploración de los diversos niveles de incertidumbre epistemológica de la Trilogía de Henry Fool. En consonancia con el globalismo típicamente estadounidense de Hartley, ese momento ocurre lejos de su país. Cuando Fay visita el negocio de Istanbul donde Henry compró el enigmático juguete óptico pornográfico que envió a su hijo, el tendero ciego le explica el significado de un personaje destacado—el “tonto del harén”—de las escenas orgiásticas que contiene el juguete. 

Se nos informa que el papel del tonto es contar historias para mantener entretenido al sultán. No hacerlo es correr peligro de muerte. Igual que Scheherazade, el tonto del harén contaba relatos fantásticos, se mantenía en la peligrosa compañía de los poderosos, creaba nuevas historias mientras volvía a relatar otras antiguas e inventaba y reinventaba el mundo imaginativamente para sobrevivir. Este es Henry Fool, el personaje, y en su totalidad, la Trilogía de Henry Fool. En muchos sentidos, es también Hal Hartley, un narrador estadounidense contemporáneo muy creativo. Su trilogía perspicaz e inteligente presenta no solo a los Estados Unidos como “la cuna de lo mejor y de lo peor”, sino tal vez también nos recuerda que haber caído (en cualquier sentido de la palabra) constituye una oportunidad para percibir y afirmar que uno en realidad nunca ha estado bien parado desde el comienzo. Este es un punto esencial para entender la Trilogía. En Henry Fool, Simon debe finalmente aceptar que su mentor, a pesar de sus encantos considerables y complicados, podría ser un fraude. En Fay Grim, la bien intencionada pero mal informada Fay llega a conclusión de que las autoridades, los defensores de la ley y el orden—de cualquier nación—son todos un grupo de arribistas deshonestos y miopes. En Ned Rifle, Ned debe admitir finalmente que la heredada creencia cristiana en los condenados y los salvados es absolutamente irrelevante. Llegar a esa certidumbre, aunque dando por sentado un corazón abierto, es descubrir un nuevo lugar para volver a comenzar, un nuevo lugar con posibilidades. Como lo sugiere el conmovedor desenlace de Ned Rifle, rebelarse contra circunstancias adversas, enfrentándolas de manera directa y decidir no evitarlas (como lo hace Ned con valentía), significa comenzar a transformar esa “sed espiritual” particularmente norteamericana en una nueva fuente de energía para activar esa “maquinaria para el cambio” inasible pero absolutamente esencial.

 

Tom McSorley es el Director Ejecutivo del Instituto de Cine de Canadá en Ottawa, Canadá.